¿Cómo se debería ocupar la política exterior de izquierda de la ciencia y la teconología?

En 2018 asumió la presidencia un candidato de izquierda, luego de 84 años de gobiernos de derecha. Los retos a enfrentar son mayúsculos. Uno de ellos es la ciencia y la tecnología y su relación con el desarrollo. Las administraciones anteriores dejaron claro un desinterés en la creación de capacidades científicas para el país. Las limitaciones en las capacidades tecnológicas se reflejan en el manejo de la crisis por el Covid-19, pues estas limitaciones han dejado a México a expensas de terceros en la producción de ventiladores o de una vacuna.
Dejando de lado la postura de la escuela de Frankfurt[1] y del marxismo clásico, la nueva izquierda en Estados Unidos y el pensamiento estructuralista latinaomericano demostraron que la ciencia y la tecnología son importantes como un factor en las relaciones internacionales. Por un lado, el pensamiento de Andrew Feenberg coloca una relación indisoluble entre el poder y la tecnología en relaciones internacionales.[2] Por otro lado, el estructuralismo latinoamericano plantea que son las desigualdades en la acumulación de capital lo que generan la dependencia económica y tecnológica entre países del Centro y los países de la periferia.[3]
Si es tan importante la tecnología y la acumulación de capacidades científicas ¿cómo debe una política exterior tratar el tema? En el contexto actual de México ¿cómo un gobierno de izquierda debe perfilar su política exterior en materia de ciencia y tecnología?[4]
Para bosquejar una respuesta desde una perspectiva crítica, me concentraré en la concepción de la nueva izquierda sobre la ciencia y tecnología. En seguida, se tratarán algunas ideas que Michael Walzer enuncia para la política exterior de un gobierno de izquierda.
I
Andrew Feenberg propone la teoría crítica de la tecnología en 1991 con el libro Critical Theory of Technology. En su elocuente revisión de los clichés de la sociedad industrial, por ejemplo que la sociedad tecnológica está condenada al autoritarismo y la degradación ambiental; sumida a la racionalidad instrumental, el autor plantea que una reforma radical es posible combaten los valores antidemocráticos del desarrollo tecnológico.[5]
La tecnología se entiende como un proceso histórico, en donde las decisiones son muy relevantes. Dichas decisiones son tomadas conforme a convenciones sociales del momento. Así es ambivalente. La tecnología debe ser entendida como un campo de batalla o un parlamento, en donde se debaten las posibilidades del avenir.[6]
El diseño técnico se da, según Feenberg, en tres elementos. Primero, la tecnología está determinada por un proceso social en el que se contrasta entre posibles alternativas según el caso específico. Segundo, el proceso social no se limita a las necesidades humanas, sino que obedece a criterios culturales de las necesidades humanas. Tercero, la existencia de un cierre, sea que el problema esté solucionado o la percepción del problema cambie.[7]
Para cambiar esos valores antidemocráticos, se debe pasar por una democratización de la tecnología. Es decir, que en el proceso antes descrito los ciudadanos formen parte de las decisiones deliberadas en el ámbito público. Feenberg toma el ejemplo de la contaminación del ambiente; no se toman cartas en el asunto hasta que los sectores afectados alzan la voz, y se obtiene una política integral.[8] Con lo cual podemos deducir que la participación de mayores sectores sociales implica la puesta en relieve de necesidades y elementos culturales de la colectividad, que de otro modo serían ignorados.
En resumen, la teoría crítica de la tecnología propone que la tecnología debe entenderse como un proceso histórico, en el cual intervienen muchos factores sociales y culturales. La influencia de ciertos sectores sobre la conformación de la técnica es mal vista por Feenberg, puesto que implica que la tecnología se adhiere a las necesidades de ciertos actores dominantes. Para combatir eso, propone más bien centrarse en la democratización de la tecnología, es decir un ejercicio plural donde el bienestar común prime sobre los intereses particulares.
II
Con la finalidad de bosquejar un tipo ideal de política exterior de izquierda, se revisan algunas ideas centrales de Michael Walzer que son útiles para pensar una política exterior de ciencia y tecnología.
Michael Walzer escribió el libro A Foreign Policy of the Left, el cual tuvo amplia resonancia. En dicho libro bosqueja las principales actitudes de la izquierda estadounidense en temas relevantes como el intervencionismo. De este libro se desprenden tres ideas:
Primero, la “posición de la izquierda por default”, si bien es cierto que hay muchas izquierdas, Walzer sostiene que en general, la visión de la izquierda considera que “la mejor política exterior es la política interior”. Esto se sostiene con el argumento de que la lucha de clases se desarrolla en el interior de los países; así, hay muchos problemas que arreglar en casa, como las desigualdades, antes que ocuparse de los asuntos exteriores.[9]
Segundo, en su referencia a la brigada internacional en la participación -¿intervención?- conjunta a favor de ciertos valores democráticos, el autor piensa que se debe evitar la dominación de los miembros de la brigada sobre los actores locales, en donde es deseable que desarrollan una coordinación más que sean coordinados por los extranjeros.[10] Este punto puede aplicarse a las relaciones de cooperación en donde debe imperar un entendimiento horizontal y no uno vertical.
Tercero, para Walzer, el Estado es lo máximo a lo que la izquierda deba aspirar, para que los ciudadanos puedan disfrutar de los beneficios de su protección. Esto se concreta en la protección de las garantías individuales, en donde el estado de derecho debe promover distintas formas de establecer la justicia.[11]
III
Ya desde Feenberg (2005) se postula una apuesta por la democratización de la tecnología como una alternativa deseable a la sociedad industrial. Retomando el diseño tecnológico del autor, nos percatamos como existen actores que influyen para su beneficio en ese campo de batalla que es la tecnología. Lo evidente sería que para democratizar la tecnología se desarrollaría una discusión pública en torno a la tecnología. Esto no sería posible sin la existencia de una intervención directa del Estado en el financiamiento y robustecimiento de las capacidades científicas y tecnológicas. De esta forma es posible que la ciudadanía sea parte de esa discusión.
Por lo tanto, la importancia del Estado, enunciado por Walzer queda robustecida por la protección de los derechos humanos, pero también por el aseguramiento por parte del Estado de una participación ciudadana en los asuntos públicos ligados a la tecnología. Todo esto estaría en orden con una política exterior de izquierda por “default”, es decir, que considera que deben imperen los asuntos internos sobre los externos en la agenda política.
Sin embargo, como estipula la teoría de la dependencia antes evocada, las relaciones económicas internacionales -qué somos capaces de exportar- son determinadas en buena medida por las capacidades científicas del país, lo que a su vez determina el escalonamiento plausible dentro de las cadenas de valor. Es decir, si los países que han producido materias primas pueden aumentar el valor agregado de sus exportaciones escalando en las cadenas productivas. Estas disparidades entre países exportadores de productos de alta tecnología y aquellos países productores de recursos naturales, se le llama la brecha tecnológica.
La crítica plausible a la política exterior de izquierda por “default”, se centra en su incapacidad de presentar la ciencia y tecnología como un instrumento para el desarrollo del país. La construcción de capacidades científicas no se limita a la inversión estatal, sino a la vinculación con comunidades científicas en otras partes del mundo. La brecha tecnológica no será disuelta desde la fantasía de la autarquía.
Conforme a lo que plantea Walzer sobre las brigadas internacionales, se puede aplicar una analogía con el caso de la cooperación internacional. Existen dos partes, una que solicita el apoyo, otra que lo provee. La necesidad de una horizontalidad en el ejercicio de estos proyectos es fundamental, que permita el empoderamiento de los ciudadanos y a su vez posibilite la triangulación de dicho conocimiento.
La política exterior de izquierda en materia de ciencia y tecnología no debe limitarse a la concepción de la política exterior por “default”. Debe comprender las relaciones estructurales desiguales de nuestro mundo y actuar en favor de una democratización de la tecnología. Aunque el gobierno haga esfuerzos tímidos, como aumentar el presupuesto de CONACYT para 2021, es necesario que se acompañe de una estrategia de cooperación internacional, que pueda hacer frente a la adaptación climática o la vacuna contra el Covid-19.
Fuentes
Feenberg, Andrew. “Teoría de la ciencia y tecnología.” Revista de Ciencia y Tecnología y Sociedad. No. 5. Vol. 2. (2005): 109-123.
Feenberg, Andrew. Transforming Technology: A Critical Theory Revisited. New York City: Oxford University Press, 2002.
Finlay, Chirstopher. A Foreign Policy for the Left, Michael Walzer (New Haven: Yale University Press, 2018), 216 pp., $30 cloth. Ethics & International Affairs. Vol. 32, Issue 4. (2018): 506.
McCarthy, D. Power, Information Technology, and International Relations Theory. The Power and Politics of US Foreign Policy and Internet. New York City: Palgrave Macmillan, 2015.
Walzer, Michael. “A Foreign Policy for the Left.” Dissident. Spring, 2014.
[1] Habermas considera neutral al factor tecnológico. Andrew Feenberg, Transforming Technology: A Critical Theory Revisited. (New York City: Oxford University Press, 2002): 14.
[2] Daniel McCarthy, Power, Information Technology, and International Relations Theory. The Power and Politics of US Foreign Policy and Internet. (New York City: Palgrave Macmillan, 2015): 55.
[3] Vid. Matías Vernengo, Technology, Finance, and Dependency: Latin American Radical Political Economy in Retrospect. Review of Radical Political Economics, Vol. 38, No. 4, (2006) 551-568.
[4] Se prefiere el término de política exterior en materia de ciencia y tecnología, sobre el término diplomacia científica, puesto que este segundo término proviene del corpus académico liberal. Vid. Jen Leijten, Exploring the future of innovation diplomacy. European Journal of Futures Research. Vol. 5, 20. (2017).
[5] Feenberg, Transforming Technology, 3.
[6] Feenberg, Transforming Technology, 15.
[7] McCarthy, Power, Information Technology, 54.
[8] Andrew Feenberg, “Teoría de la ciencia y tecnología.” Revista de Ciencia y Tecnología y Sociedad. No. 5. Vol. 2. (2005): 117.
[9] Michael Walzer, “A Foreign Policy for the Left.” Dissident. Spring, 2014, 17.
[10] Christopher Finlay, A Foreign Policy for the Left, Michael Walzer (New Haven: Yale University Press, 2018), 216 pp., $30 cloth. Ethics & International Affairs. Vol. 32, Issue 4. (2018): 506.
[11] Finlay, A Foreign Policy, 506.