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El batallón de la muerte y la voz que no se apaga

Marielle viajaba en el asiento trasero del auto. Uno, dos, tres… cuatro tiros en la cabeza y muerta. Anderson al volante muere con tres. Sobrevive una y tiene heridas graves. Pasa un mes y nada. Sólo completa impunidad. “¿Cuántos más tendrán que morir para que esta guerra se acabe?”.1

     Así, en un instante ocurrió el atentado que causó la muerte de la activista brasileña, Marielle Franco. Esto sucedió el 14 de marzo de este año. Hoy, a poco más de un mes, el crimen sigue sin ser resuelto. Marielle, originaria de la favela de Maré, socióloga, política, feminista, concejala de Río de Janeiro, defensora de los derechos de la mujer, de la comunidad negra, de los homosexuales, del pueblo de Brasil en contra de la violencia, alzó la voz por minorías, por la mayoría no representada.

     La más reciente lucha de Marielle fue en contra de la militarización en Río de Janeiro. A mediados de febrero, el gobierno de facto declaró la legalidad de la entrada militar en la ciudad para llegar a una solución en materia de seguridad. La intervención federal del ejército se dio a partir de un decreto del presidente Michel Temer que fue aprobado por el Senado y la Cámara de Diputados. La reacción, en general, fue de insatisfacción y desacuerdo con la medida. El rechazo gira en torno al reto en cuestión de derechos humanos que supone la militarización, sobre todo en las favelas y sectores marginados, y es este punto sobre el que se pronuncia Franco.

     Tras el asesinato de tres jóvenes en la favela de Acari, Franco llamó al 41° Batallón de Policía Militar el “batallón de la muerte”.2 Su desacuerdo con la intervención fue – tal vez, junto con su posicionamiento en el escenario brasileño- considerado una forma de radicalismo político. Durante el mes entre el decreto y su asesinato, la activista colaboró con otros actores políticos y de la sociedad civil para expresarse en contra de la medida tomada por Temer. ¿Es entonces coincidencia la proximidad entre ambos momentos? Aún sin respuestas y con pocas pistas, todo apunta a que fue un atentado en contra de Marielle como actora del cambio social y político inmersa en el contexto de militarización. El medio brasileño, TV Globo, aseguró que las balas de calibre de 9mm con las que fue abatida la activista formaban parte de un lote adquirido por la Policía Federal en 2006.3

     El asesinato de Marielle Franco pone en evidencia la violencia que se vive en Brasil y el peligro que corren los que deciden luchar por derechos de las minorías. Es el asesinato de una mujer, una más que se suma a las cifras. Está latente el debate de si el crimen contra Franco se debe ver como un mero atentado político o es también un feminicidio. Para Ela Wiecko, Procuradora de la República en Brasil, debe reconocerse el componente de género en el evento, pues considera que “todo lo que Marielle representa, su plataforma, tiene una resistencia a ese patriarcado brasileño que está en la política”. Brasil es uno de los países con mayores índices de feminicidios; ocupa el quinto lugar comparado con 83 países, de acuerdo con el Banco Mundial.4 Entre 2016 y 2017 se registró un total de 2925 casos, ocho al día, según el Ministerio Público.5 En adición, la desventaja de ser mujer afrodescendiente. Particularmente en el norte del país, los casos de feminicidio de este sector de la población aumentaron 103 puntos porcentuales en la década de 2003 a 2013.6 El atentado es, también, parte del creciente número de asesinatos de activistas. De acuerdo con Amnistía Internacional es el país donde más actos de esta naturaleza se cometen en el continente.7

     Marielle se suma a los números de estas problemáticas que aquejan a la sociedad brasileña. Pero su asesinato se resignifica como algo que trasciende el ser parte de las cifras. Su muerte ha sido, en el último mes, el despertar de los brasileños y el despertar de muchos alrededor del mundo. Se intentó apagar su voz y se logró lo contrario, se encendieron otras miles de voces. Protestas masivas ocurrieron en Río y en São Paulo, exigiendo justicia para Franco y reivindicando su lucha por los derechos y en contra de la militarización. Los ojos del mundo se fijaron en el gobierno de Temer, desde las exigencias de Naciones Unidas y Amnistía Internacional por una investigación profunda, hasta marchas en París. “¡Marielle presente!”.

     Ahora lo que nos corresponde es no dejar que su voz se apague. Su lucha refirió a la situación de Brasil, pero no se limita a sus fronteras. Alude a ti como latinoamericano, a ti como mujer, a ti de tez oscura, a ti como agente de cambio. La memoria de Marielle nos orilla a reflexionar en tantos, tantos temas que no se aíslan en un caso. Nos remite a pensar la militarización, hoy tan discutida en México a partir de la Ley de Seguridad Interior, y el reto que esto presenta a los derechos humanos. Nos remite a los constantes feminicidios en América Latina, a la lucha por la reivindicación de los afrodescendientes, a los asesinatos de activistas, de periodistas, de los que alzan su voz en México, en Brasil, en el mundo.

 

 

  1. Frase de uno de los últimos tuits de Marielle Franco, en el que denunciaba el homicidio de un joven presunto enemigo de la policía militar.
  2. João Soares, “Conmoción por Marielle Franco: “No vamos a dejar morir su voz” ”, Deutsche Welle, 16 de marzo de 2018 (sec. política).
  3. Moisés Naím, “Tras el asesinato de Marielle Franco se despierta un gigante dormido”, El Tiempo, 16 de marzo de 2018, (sec. internacional).
  4. World Bank, “What does it mean to be a woman in Braxil? The answear will surprise you”, 8 de marzo de 2017, [http://www.worldbank.org/en/news/feature/2017/03/08/ser-mujer-brasil], consultado el 15 de marzo de 2018.
  5. Globo, “Brasil registra oito casos de feminicídio por dia, diz Ministério Público”, 23 de agosto de 2018, [https://g1.globo.com/sao-paulo/noticia/brasil-registra-oito-casos-de-feminicidio-por-dia-diz-ministerio-publico.ghtml], consultado el 15 de marzo de 2018.
  6. World Bank, op.cit.
  7. Carol Pries, “Cuatro balazos contra Río de Janeiro”, The New York Times, 22 de marzo de 2018, Río de Janeiro, (sec. opinión).