El honor es una mujer

Foto: Asif Hassan/AFP/Getty Images
Hace ya algún rato se anunció la lista de nominaciones al Oscar. En la categoría de Cortometraje/Documental se encuentra A Girl in the River: the Price of Forgiveness. El documental de Sharmeen Obaid-Chinoy retrata a una sobreviviente de un asesinato por honor (honor killing). La nominación de la Academia provocó furor e interés en la prensa internacional; en respuesta a los muchos ojos puestos en él, Nawaz Sharif, primer ministro pakistaní, felicitó a la cineasta por su segunda nominación y prometió poner fin a los asesinatos con la “legislación apropiada”. ¿Qué quiere decir esto?
Las causas de los homicidios varían: rechazar un prospecto, ser víctima de violación sexual, solicitar un divorcio, engañar; a veces bastan las sospechas o algo más insignificante (por ejemplo, Amnistía Internacional informa que un hombre mató a su esposa después de soñar que ésta cometía adulterio).2 Lo más alarmante de los asesinatos por honor, sin embargo, es la poca o nula persecución legal que ocasionan. Como bien ha explicado Obaid-Chinoy en algunas entrevistas3, hay un vacío en la ley que permite que un familiar de la víctima “perdone” al culpable y lo salve de encarar la justicia. Hay, desde 2014, un proyecto de ley en el parlamento que pretende lidiar con el asunto y asegurar castigo a los criminales. El perdón sería, entonces, obsoleto.
La atención que obtuvieron los asesinatos por el cortometraje es increíble en comparación con un asunto de igual relevancia que acontenció hace menos de un mes, y pasó desapercibido; el desecho de un proyecto de ley sobre matrimonios infantiles que proponía, en principio, dos cosas: castigos más severos por casarse con un infante y subir la edad legal de dieciséis a dieciocho años.
La justificación del rechazo fue que el proyecto atentaba contra los valores del Islam. El presidente del Consejo de Ideología Islámica (CII), cuerpo encargado de dar consejo legal no vinculante, afirmó que según leyes islámicas las niñas pueden casarse en cuanto muestren las primeras señales de la pubertad. Aunque el Consejo repudia la idea de una edad mínima y mantiene lo anterior como único criterio, esto significa que niñas de incluso nueve años de edad pueden contraer nupcias.
¿Cómo promete Sharif encargarse de los asesinatos por honor, y olvida lo sucedido con el proyecto de ley sobre matrimonios infantiles? ¿Cómo ignorar que asesinatos y casamientos surgen de la misma fuente, que están íntimamente ligados? El primer ministro conoce de sobra las propuestas que atacarían el problema de raíz, propuestas que, como el proyecto de ley sobre matrimonio infantil, no se asustan ante el salto rabioso del Consejo que las desaprueba. Los legisladores que están detrás de esto intentan restringir al CII a su función real: otorgar consejo y nada más.
De cambiar la ley, el castigo a los honor killings sería espléndido. Sharif tendría que hacer una declaración sin mañas sobre cómo los asesinatos no son parte de la religión islámica, dar una bofetada ligera al pueblo que los practica ensimismado y se siente orgulloso por ello; de cambiar ésta, no hay que olvidar la dificultad más grande que le origina: el fundamentalismo islámico que abunda en costumbres y leyes por igual. No es sólo la débil ley la que permite asesinatos por honor, sino también los policías que deliberadamente retrasan su llegada a la escena del crimen y dejan huir al delincuente. No es sólo la débil ley la que no castiga como se debería al que se casa con niñas, sino también las familias que insisten en encontrarles esposo. Se permiten y obligan bodas a infantes, como si adultez y niñez fuesen la misma cosa, porque al final voluntad de niña y de mujer valen lo mismo.
Publicado el 2 de febrero de 2016
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