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Trump no es el único enemigo

María José Ramírez Rosaslanda

Esta entrada rescata diversas ideas discutidas con los profesores Jorge Domínguez, María Celia Toro y Ana Covarrubias, a quienes agradezco profundamente por su disposición y el constante diálogo que procuran con los estudiantes.   

En meses recientes, un hombre alto, robusto, con cabellera estilizada –artificial- y bronceado sospechoso ha invadido nuestras pantallas, conversaciones, nuestra realidad nacional: Donald Trump. El empresario estadounidense se encuentra en la contienda por la candidatura republicana de su país, liderando las encuestas y conquistando, para sorpresa de todos, 37.01% del voto popular en las primarias llevadas a cabo hasta el momento. Además, hoy cuenta con 742 delegados de los 2,472 que conformarán la Convención Nacional Republicana. Estos datos podrían limitarse a ser la descripción de cómo el próximo candidato republicano —e, incluso, Presidente de los Estados Unidos— ganó la contienda; no obstante, el discurso de extrema derecha con ataques hacia migrantes latinoamericanos, un pronunciado sentimiento patriótico y su promesa Make America Great Again, convierten la simple descripción en una historia de terror para la realidad internacional.

        La semana pasada, la victoria de Ted Cruz en las primarias de Wisconsin levantó un sinfín de opiniones encontradas en la prensa estadounidense. Sin duda, este resultado cambia el estatus de la contienda y da más esperanzas a este candidato quien, además, se benefició de la caída en popularidad de Trump a raíz de su pronunciamiento contra el aborto y del escándalo mediático inspirado por los actos de violencia física de su gestor de campaña contra una periodista. Así, la posibilidad de que Trump consiga 1, 237 delegados necesarios para asegurar la candidatura antes de que llegue la Convención se hace más lejana y, a la vez, los simpatizantes republicanos comienzan a cuestionarse si apoyar a Cruz es la mejor estrategia.

        Naturalmente, dadas las ásperas declaraciones del empresario neoyorquino, los ojos del gobierno y población mexicana están puestos en su figura. En nuestro imaginario, él es el enemigo acérrimo, el objeto de todo repudio. No obstante, la información accesible parecería indicar que si Trump no gana “todo estará bien”. Lo que es cuestionable, dada la estrategia política que despliega el segundo en la contienda: Cruz. Incluso para el establishment republicano y ciertos analistas estadounidenses, el senador de Texas tampoco es opción. No sólo por la enemistad que ha logrado forjar con sus pares en el Senado, también por encontrarse dentro de la derecha más dura del partido.2

   Mientras que Trump es escandaloso, impredecible, los analistas conocen sus contradicciones y pragmatismo. Obama, al ser cuestionado acerca de las intenciones del magnate por construir el muro en la frontera mexicana sólo pudo decir: “Good luck with that”. Las cuatro palabras del aún presidente demuestran, por una parte, que la amenaza, antes inverosímil, debe comenzar a tomarse en serio; por otra, paradójicamente, muestran que muchas de las vociferaciones de la campaña de Trump no se podrán cristalizar debido a los pesos y contrapesos del sistema político estadounidense.

         Así, si bien debemos considerar su llegada al despacho oval como una verdadera opción, también debemos tomar en consideración la inviabilidad política de muchas aseveraciones. Cruz, por el contrario, ha dedicado su vida a la política y se reconoce por el incesante apego que muestra hacia sus principios y la capacidad que tiene para llevar a cabo proyectos políticos, como lo demostró al liderar la crisis del Cierre de Gobierno en 2013.

        De este modo, desmantelar la campaña de Trump “a como dé lugar” no parece ser sinónimo de una mejor situación. Mucho hemos leído acerca de la visión radical y poco informada que el empresario tiene sobre diversos asuntos internacionales, pero no debemos olvidar las diferentes percepciones políticas que Cruz ha demostrado: su incesante campaña por socavar las propuestas de Obama de regularizar el estatus de migrantes ilegales, la crítica hacia el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, y el reclamo por el establecimiento de una embajada estadounidense en la Habana y no en Jerusalén.

        Las primarias aún tienen pendientes algunas fechas importantes, como el estado de Nueva York (con marcada preferencia por Trump) y California, donde se jugará la mayor cantidad de delegados de la contienda. Mientras John Kasich sigue aferrándose al juego, circula el rumor de que otros actores llegarán para complejizar la elección de la Convención Nacional. Es fundamental seguir el desarrollo de la contienda más conservadora de los últimos años no sólo porque podría suponer un radical cambio en el actuar de Estados Unidos frente a muchos temas determinantes en la realidad internacional, sino también para comprender las tendencias y exigencias que la sociedad estadounidense proyecta con su apoyo a los republicanos.

        Aún podemos hablar de Estados Unidos como una de las naciones con mayor peso en el sistema internacional y, sin duda, los intereses de su gobierno y sociedad nos conciernen por los efectos que pueden tener directa o indirectamente: desde lograr captar la totalidad de las remesas para construir un muro, hasta limitar el servicio de salud para asegurar que no se proporcione a migrantes ilegales o cualquier otra política patriótica que haga caso omiso de las necesidades internacionales y la responsabilidad que EEUU sigue teniendo en ellas.

Publicado el 12 de abril de 2016 

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1. Estudiante de Relaciones Internacionales en el Colmex. 
2. Keith Poole, “114th (2015-2017) Congress. Common Space DW-Nominate scores. Presidential Contenders”, en http://voteview.com/images/png/presidential_contenders_February_2016_expanded.png, consultado el 6 de abril de 2016.