Rebeldía dentro de Europa: rechazo a seguir el ejemplo

To me, today, Europe, and a fortiori, the West, is not a reality sui generis.
It is a delusional fantasy, a false consciousness,
at the full service of an imperial hegemony.
Hamid Dabashi, Europe: A Mobile Army of Metaphors[1]
La caída del muro de Berlín anunció el final de la Guerra Fría e inauguró el inicio de una nueva era de liberalismo y democracia, o eso fue lo que nos contaron. El 24 de septiembre salió un artículo de El País cuyo título llama mucho la atención: El eje antimigración del Este rechaza el plan de Bruselas: “Deben ser detenidos y devueltos.”[2] El título por sí solo es provocador: en Europa del este hay un eje intolerante que rechaza la migración y es agresivo. Títulos como este abundan cuando se trata de esta zona del mundo, términos como autoritarismo, extrema derecha, conservadurismo e iliberalismo, se han convertido en los términos que parecen mejor describir a lo que ocurre en la Europa menos conocida. Sin embargo, hay algo que no estamos viendo del todo.
Los países del Grupo de Visegrado, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, se unieron con el objetivo de apoyarse mutuamente para incorporarse a la dinámica de la nueva era. Este proceso pareció cumplirse cuando en 2004 se integraron a la Unión Europea. Sin embargo, lo que en principio fue motivado por la esperanza de participar en aquel mundo que había demostrado su superioridad con su victoria, la europeización, liberalización, integración y democratización, fue llevado a cabo como un proceso de imitación en el que el “liberalismo pareció incuestionable en el ámbito de los ideales morales”[3] y se mostró a si mismo como única vía posible y ejemplo a seguir.
Los problemas que han provocado que el choque entre imitador e imitado se hagan cada vez más visibles son variados, pero el que más destaca, o el que más se destaca, es el de la migración. Durante la crisis migratoria del 2015, Europa, entendida como si fuera una totalidad homogénea, se presentó como humanitaria, en crisis, pero responsiva y solidaria. Poco tiempo después salieron a la luz las inconformidades. Lo que pareció ser una “improvisación de la gestión de llegadas”[4] que pretendía querer cobrar a toda Europa por igual, fue percibida como injusta, e incluso como una imposición, a los ojos de los países europeos que por treinta años aspiraron a ser parte de esa Europa. Así, un problema que es el legado oculto de la explotación descontrolada y el dominio de los imperios europeos previos a esta nueva era –today is the payback time,[5] como Dabashi señala– pretende plantarse, o ser planteado, en términos en los que Europa se considera un ente unido, pero que no lo es. Lo que esta ocurriendo hoy es paralelo a lo que desde años antes también se planteó en términos engañosos. Lo que hoy se presenta como la división entre una Europa occidental, avanzada, liberal y democrática, y como una Europa que intenta, en la que integrase y liberalizarse han sido los objetivos, funciona de la misma forma que lo que los términos de países desarrollados y países en vías de desarrollo encubren: un proceso interminable que se presenta como lineal y único. Un proceso, que sin importar el término con el que se presente, siempre ha significado modernización por imitación e integración por asimilación,[6] una suerte de integración unilateral en la que el que es bueno se impone sobre el que no lo es.
Hoy, las noticias pintan a populismos que ponen en peligro la hegemonía de los países tradicionales,[7] pero ¿cómo es que llegamos aquí? Ivan Krastev y Stephen Holmes se hacen esta pregunta para entender cómo es que estamos donde estamos. What if liberals had misinterpreted the nature of the post-Cold War period?[8] es lo que debemos cuestionar si es que seguimos confiando en que el futuro apunta, sin ninguna otra alternativa, al liberalismo y a la democracia del tipo que nos prometió la ilusión de occidente. Y no sólo hay que ver al lado del mundo que nos presentan cómo del lado incorrecto de la historia. La división entre lo que está bien y lo que esta mal opaca la realidad de la existencia de este tipo de ideas y pensamientos dentro del mismo occidente, del occidente exclusivo que se plantea a sí mismo como ejemplo.
[1] Hamid Dabashi, “Europe: A Mobile Army of Methaphors,” en Europe and Its Shadows. Coloniality after Empire, (Pluto Press, 2019), 8.
[2] Álvaro Sánchez, “El eje antimigración del Este rechaza el plan de Bruselas: “Deben ser detenidos y devueltos,” El país, Septiembre 24, 2020, https://elpais.com/internacional/2020-09-24/el-eje-antinmigracion-del-este-rechaza-el-plan-de-bruselas-deben-ser-detenidos-y-devueltos.html?ssm=FB_CM_INT&fbclid=IwAR0nlcYarHAPfcc-JsfpFSZr417tDBh7v8b7l7XIZEAWvHLjlZodpBIBbeo
[3] Stephen Holmes e Ivan Krastev, The Light that Failed. Why is the West Losing the Fight for Democracy (Nueva York: Pegasus Books, 2020), 13. Mi traducción.
[4] Sánchez, “El eje antimigrante.”
[5] Dabashi, “Europe,” 13.
[6] Holmes y Krastev, The Light that Failed, 17. Mi traducción.
[7] Ana González, “El eje europeo antimigración,” El País, Julio 24, 2018, https://elpais.com/elpais/2018/07/24/3500_millones/1532423102_792376.html
[8] Holmes y Krastev, The Light that Failed, 9.